miércoles, 9 de noviembre de 2011

Historia de terror.

Allí estábamos Mauricio y yo encogidos detrás de las cortinas temblando de miedo. Esperábamos que el monstruo no se diera cuenta de nuestra presencia, se cansara y se fuera. Estábamos seguros de que pasaría de largo e incluso Mauricio me sonrió con confianza guiñándome el ojo. Entonces vi sus ojos rojos, y sentì un terrible escalofrío en mi espalda. Cuando desperté, me vi con otros ojos, otras manos, otras uñas, otro pelo, otros dientes...
Las cortinas estaban descorridas y mi alma ya no existía. Mi amigo estaba a mi lado en un charco de sangre con la yugular abierta desangrándose y los ojos abiertos. Su cara desfigurada en una eterna agonía mostraba el terror absoluto. Y me reí...
Me daba gracia mirarlo... Tenía sed y bebí su sangre muerta mientras coágulos llovían de mis ojos. Lloraba y reía... Mi vida había cambiado.

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